D. Miguel de Unamuno: de Fuerteventura a Paris
El 09 de julio, el bergantín-goleta “L’Aiglon”, rebautizado como “Libertad”, recoge a Miguel de Unamuno y a Rodrigo Soriano en Fuerteventura. El director del diario francés Le Quotidien, Mr. Dumay, es quien se encarga de preparar su salida de la isla con destino a Francia.
El día 11 llegan a Las Palmas. Le esperan su hijo y su esposa que con gran alegría le reciben y le comunican que Primo de Ribera había decretado su libertad. ¡Podía volver a Salamanca!, pero D. Miguel les pregunta, ¿y mi cátedra?, ¿me devolverán mi cátedra?, ¿podré seguir impartiendo clases?, no, le contestan, el dictador no le había restituido la plaza de catedrático. Con todo el dolor que le supone separarse otra vez de su familia, D. Miguel decide exiliarse voluntariamente en Francia, ya que pensaba que desde fuera de España sería más eficaz su lucha.
El 21 de julio zarpa de Gran Canaria en el “Zeelandia”, vapor holandés, hacia Lisboa y con destino al puerto francés de Cherburgo. Físicamente sale de Fuerteventura, pero en su espíritu, en sus recuerdos, en su alma, Fuerteventura tiene “una presencia viva”.
Ya en París inicia apuntes del libro de sonetos que, titula y dedica a sus amigos majoreros y en especial a Ramón Castañeyra:
“De Fuerteventura a París”.
El primer soneto que escribió D. Miguel en su nuevo exilio, aunque esta vez voluntario, fue del recuerdo, o como dijo él, de la presencia viva en el centro del alma, en su roca de Fuerteventura.
…Un oasis me fuiste, isla bendita;
la civilización es un desierto
donde la fe con la verdad se irrita.
Cuando llegué a tu roca, llegué a tu puerto
y esperándome allí a la última cita
sobre tu mar vi el cielo todo abierto.
A su gran amigo Ramón Castañeyra le escribe una carta:
Me preocupa mucho esa isla, me preocupa mucho lo que tengo que hacer para pagarle mi deuda de gratitud. Lo que he de escribir sobre ella en una obra que aspiro a que sea una de las más duraderas entre las mías no es bastante. No, no es bastante.
Paris 29, XII 1924
Parece aquello un país que diríamos utópico…
¡Para mí fue una revelación!
Fuerteventura es una ultra Castilla.
Por eso, si Dios me da lugar, algún día organizaré un viaje de D. Quijote a
Fuerteventura, para que le lleve a Dulcinea las flores amarillas de sus campos.
Monólogos de D. Miguel de Unamuno
de Eduardo Ortega y Gasset
En Montaña Quemada, cerca de Tindaya, se encuentra el monumento a D. Miguel de Unamuno. Fue elegido ese lugar porque Unamuno, en una de sus cartas a Ramón Castañeyra le indica que sería uno de los parajes en el que le gustaría que le enterrasen a su muerte.
En 1980 se inaugura el monumento y se realiza un homenaje en el que el Cabildo logra la participación del Ministerio de Cultura, Educación y Universidades, Junta de Canarias, Cabildo de Gran Canaria, Casa-Museo Unamuno en Salamanca y Ayuntamiento de Puerto del Rosario.
Con estas lecturas y vivencias dan ganas de visitar Fuerteventura.
Iré y recorreré las islas.
Viaje pendiente.
Teresa genial.
Gracias Mercedes por tu comentario. D. Miguel, como así le llamaban en Fuerteventura, presentó la isla como la más cautivadora y acogedora del mundo, ensalzando su clima, sus gentes, su comida, sus paisajes. Como curiosidad te diré que escribió el libro «De Fuerteventura a Paris». Cuando lo solicité en una de las bibliotecas de Salamanca, me dijo la bibliotecaria: «Con lo mal que lo pasó él en Fuerteventura». Yo le contesté: estarás hablando en broma, ¿no?; no, me contestó ella, eso es lo que yo he leído. A lo que yo le contesté: «mi niña, lee el libro de Fuerteventura a París y vas a ver la profunda huella que dejó la isla en D. Miguel, pero huella en sentido positivo, tanto, que cuando se fue de la isla dijo: «dejé esa roca llorando. Dejaba en ella raíces en la roca y raíces de roca».
Se puede decir que D. Miguel fue el primer promotor turístico de la isla y que la llevó siempre en su alma.
Saludos Mercedes, Teresa
DE FUERTEVENTURA A PARIS
Final de un mes de Julio.
Un barco se acerca al puerto de Cherburgo.
En él D. Miguel, hilvana recuerdos,
mirando al horizonte.
El viento silva veloz entre las jarcias,
lejos ya, de un lugar muy querido,
que tú llamaste “La Castilla Atlántica”
y que plenitud te sugirió.
En el equipaje 66 sonetos
en Fuerteventura escritos.
Junto al mástil, erguido,
sin temor. Seguro de tu destino.
Despliegas en las velas,
imágenes de sueños vividos,
en lugares únicos, entre amigos.
Tu eres capitán de ti mismo.
Lo demostrarás en tu próximo libro.
Hoy, tras un largo viaje,
sobre todos los azules del mar.
Te acompaña la soledad.
Y una añoranza con forma de isla
que no es sólo del que la habita,
también es del corazón,
del que la recuerda, con una sonrisa.
Muchas gracias Manuel Mena por este nuevo poema. ¡Qué bien reflejas la añoranza que sintió D. Miguel de Unamuno al abandonar su «Castilla Atlántica» y que luego plasmaría en su libro «De Fuerteventura a París», además de sus vivencias en la isla, su curiosidad y empeño en reflejar el paisaje, la mar, sus amigos. Justamente el libro comienza con una carta a su gran amigo D. Ramón Castañeyra y refleja sin lugar a duda la profunda huella que dejó en él la isla y sus habitantes, carta que concluye de esta manera:
«Sólo me resta enviarle, desde y a través del Atlántico, un largo y ancho abrazo y abrazar en usted a todos mis amigos de esa fuerteventurosa isla y a la isla misma». (Miguel de Unamuno. París, 8 de enero de 1925)